Sobre mí

¡Hola! Me llamo Adrián, aunque las personas cercanas a mí me llaman por mi apellido; Castelo, y soy el creador de Física Tabú.

Conocí la física una tarde lluviosa del 93… nah, es broma. Corría el 2011 y estaba cursando primero de bachillerato de ciencias. Todo lo que tenía que ver con la ciencia me encantaba: la química, la física, la biología, las matemáticas… Así que entre mis opciones de estudio estaban la carrera de Biología, la de Química, la de Biotecnología… (incluso la de Filosofía). Me encantaba leer planes de estudios de estas carreras y soñar despierto con lo que estudiaría y aprendería en ellas. Así que me propuse cotillear libros en la biblioteca de mi ciudad y ver qué cosas llamaban más mi atención.

Uno de los primeros que leí; aunque no recuerdo el título, explicaba temas de ciencia general en breves capítulos. Por ejemplo, uno explicaba porqué era necesario abrigarse desde la perspectiva de la teoría cinética; otro explicaba acerca de la herencia de la alopecia a la luz de la genética de Mendel… y he de decir que me encantó. Pero sobre todo me encantaron los temas más cercanos a lo que más tarde entendería conformaba el edificio de la física, que por entonces se resumía para mí en tiros parabólicos y planos inclinados.

Leí libros puramente sobre biología, como «El gen egoísta«, de Richard Dawkins, o «El mono desnudo» de Desmond Morris. Incluso de Filosofía, como “Ética para Amador”, de Fernando Savater. Y aunque me encantaban, todo cambió tras empezar a leer divulgación de física de temas avanzados. Me acerqué a la sección de física y cogí un pequeño librito titulado “Historia del tiempo”, de Stephen Hawking. Alguien que entonces ni sabía quién era, pero el título prometía.

En ese libro leí cosas apasionantes. Dilatación temporal, contracción de longitudes, espaciotiempo curvo, agujeros negros que radiaban… Obviamente me encantó (como a muchos otros). Los efectos colaterales se empezaron a notar…

Por ejemplo: no podía ver las guías docentes de la misma manera. Miraba la de biotecnología y me veía leyendo y releyendo los títulos de las asignaturas de matemáticas y física, y lamentando que no tuvieran más. En biología aun habían menos, y aunque en química aumentaba se seguía quedando corto. La respuesta era trivial (palabra que en la carrera me enseñarían a usar ): debía estudiar física.

Más libros vinieron a confirmar esta idea ese año y el siguiente. Antes de acabar el bachillerato ya había leído libros como “El universo elegante” de Brian Greene (el que más me gustó con diferencia), y otros de Hawking como “El universo en una cáscara de nuez” y “El gran diseño”. Mi profesora de física, viendo mi entusiasmo al devorar el libro de física de segundo, me recomendó “dejarme de tonterías” y estudiar algún libro más avanzado. Mirando los que se recomendaban para primero de carrera en guías docentes y sus críticas en foros, me decanté por “Física Universitaria”, de Sears & Zemansky. Junté mis ahorros y me lo compré.

Tras ojearlo y estudiar lo que pude de él, si es que quedaba la más mínima duda ésta se disipó. Hice la PAEG (la selectividad, vamos, que cada año le cambian el nombre) y eché la solicitud para el grado de Física en distintas universidades.

Acabé por estudiar la carrera de física en Murcia, y no contento con los cuatro años (el plan Bolonia me había quitado un año!) rematé con un máster de física teórica en Granada. Y si algo he sacado en claro en estos años es que me encanta aprender. No he parado de leer libros (aunque mi opinión sobre los libros de divulgación ha cambiado) y mientras los leo me digo ¿cómo podría contar yo esto?

Siempre me ha encantado la manera que tenían algunos de hacer fácil lo difícil sin dejarse nada en el tintero, como Richard Feynman o Walter Lewin. Y este blog es la unión de esas dos necesidades: querer seguir aprendiendo y querer comunicarlo, pues cuando uno enseña, dos aprenden.

Aun con la carrera y el máster, se me ocurren infinidad de temas que aprender o en los que quiero profundizar, y nada me gustaría más que hablar sobre ellos e intentar despertar en los demás el sentimiento que despiertan en mí. Quizá solo se quede en el intento, pero por intentarlo que no quede.